La fruta mejor del árbol

Mientras paseo por los caminos de Lamuño ( el de Cudillero, ya sabes, eh 😉 )  pienso: ¿esto pasará sólo en mi pueblo? O ¿será cosa de todos los pueblos? Porque seguro, seguro, que en las ciudades no se da, pero en otras poblaciones pequeñas en las que se conoce todo el mundo, sí _imagino que sí_.

Me refiero a pasar al lado de una finca con unos árboles cargados de frutas apetitosas e ir salivando y diciéndote: robo una, no va a pasar nada…, se lo digo al dueño cuando lo vea; pero si además está el suelo lleno… No poder casi resistir la tentación. Y de repente aparecer Manolo y contarle tus deseos reiterados cada vez que pasas cerca de su casa. Y no solo una, sino que te coge un «puñao» de deliciosas ciruelas claudias, que te saben a gloria bendita.

¡Habrá cosa más rica que la fruta recién cogida del árbol!

Es algo que disfruto como loca. Sin lavar, en caliente… da igual, desde siempre me ha entusiasmado, y nunca me ha sentado mal nada. Porque, primero, no están tratadas con pesticidas, ni conservantes, ni venenos varios; no hay necesidad de quitarles nada, porque todo es sustancia. Y segundo, porque das esos bocados disfrutándolos tanto, saboreando la fruta, el momento, el don divino de los productos de la naturaleza, la generosidad de las personas; que es imposible que algo paladeado con el sentimiento y el agradecimiento que yo le he imprimido a estas «claudias» pueda sentar mal. ciruelas-paseando-por-Lamuño-Cudillero-casa-rural-la-casa-del-campo-AsturiasY si lo dudas, haz la prueba con lo que sea, pero una fruta jugosa y madura es perfecta: da un bocado grande, si no te entra entera; siéntela dentro de tu boca antes de hincarle el diente o las muelas; ahora apriétala con la lengua contra el paladar, empieza a soltar parte de su jugo y tú a saborear parte de su dulzor. Ya puedes morderla, mientras piensas en ello y en cómo se llena toda tu boca de líquido dulce y afrutado. Puede hasta salírsete algo por las comisuras de los labios… No pasa nada, nadie te está mirando; ¡disfruta! Una vez que dejas que se deslice todo el alimento masticado por la garganta y lo sigues en su recorrido por el cuerpo abajo, hasta llegar al estómago, agradeces esa bendición de la Naturaleza y la suerte que tienes de poder disfrutarlo.

Es de esos placeres de la vida que no cuestan dinero, pero que tampoco tienen precio.

Es por lo que merece la pena estar vivo. Y vivir en un pueblo es el valor añadido.

Pues con este simple gesto, si me has hecho caso y lo has hecho siguiendo mis instrucciones, has realizado una meditación excelente siguiendo las pautas del Mindfulness _como han dado en llamarlo ahora… Nos encantan las palabras extranjeras…_ o, lo que es lo mismo, «Atención plena»_adoro la riqueza del castellano_, un método magnífico para relajarse y con mil beneficios más, que puedes leer en Google (como bien apuntaba José María Doria, en la conferencia que dio el pasado sábado en Gijón. Mmuy recomendables las publicaciones de este hombre.  Me gustó mucho escucharlo, magnífico orador; aparte de que me recordó costumbres que tenía yo aparcadas desde hace tiempo y que retomo, pues son muy saludables y recomendables).

Así que ¡a ser felices, disfrutando de las pequeñas cosas de la vida!  Y si es practicando turismo rural en Asturias, pues será sublime, te lo puedo asegurar.

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